Victoria Banks, lo que el brillo no esconde…
Algunas vidas están hechas para el escenario, pero otras nacen para resistir incluso cuando la luz se apaga. Victoria Banks es un nombre que enciende la noche, una identidad creada con lentejuelas, música y una voz afilada que atraviesa el silencio. Pero detrás del personaje, bajo las capas de maquillaje y peluca, está Ivo Carlo Zuleta Curoto: camarero de día, artista de noche, hijo, hermano, inmigrante, sobreviviente.
En el metro o en el gimnasio, nadie sospecha que esa persona que pasa desapercibida se transforma después en una reina. Ivo se despierta a las once, cocina, entrena, y va a trabajar como cualquier otro joven que busca sostenerse en una ciudad que exige presencia. Su trabajo como camarero no está en conflicto con su identidad drag; al contrario, conviven sin fricciones. No hay secretos que esconder. Ser drag no es algo que se guarda, es algo que se es.
Victoria no se limita al show, ella se construye desde una historia compleja. La infancia de Ivo estuvo marcada por un padre abusivo, psicológicamente violento con sus hijos, tres hermanos, todos homosexuales, en un entorno que negaba cualquier posibilidad de ternura. Desde muy joven, Ivo sintió atracción por los hombres, pero fue a los 17 cuando lo entendió con claridad, tras una experiencia reveladora que le permitió nombrarse con certeza. Fue también a esa edad cuando nació Victoria, en un pequeño cuarto, frente a un espejo y con muchas dudas. Su madrina drag le enseñó a maquillarse. Tardaba más de cuatro horas en lograrlo. Hoy, domina el arte con la misma precisión con la que coordina una coreografía.
Porque sí, Ivo produce sus espectáculos de principio a fin: elige la temática, diseña el vestuario, monta la escena, planifica el show. Su performance no es solo entretenimiento: es lenguaje, es memoria, es reclamo. Y, sobre todo, es libertad. Victoria aparece cuando Ivo necesita respirar. Su personaje no lo disfraza, lo revela.
La historia no ha sido lineal. Antes de la pandemia, una relación amorosa terminó en una estafa. Ivo fue víctima de una trampa emocional que lo llevó, incluso, a enfrentar un mes de arresto domiciliario. Durante la pandemia, cuando los espacios escénicos cerraron, ser drag se volvió aún más difícil: sin público no hay show, y sin show no hay sustento ni catarsis. La perseverancia, cuenta, es su mayor reto: concentrarse cuando la mente le juega en contra, cuando las heridas del pasado buscan reaparecer.
Pero a pesar de todo, o gracias a todo, Victoria sigue de pie. Ha vivido acoso, ha perdido su maleta con todo su maquillaje tras un acto de homofobia, ha aprendido a confiar, ha dudado, ha vuelto a empezar. Su maquillaje cuesta cientos de euros. Sus pelucas son una inversión. Su cuerpo, un canal. Y su energía en escena, un puente hacia quienes la miran con admiración, porque si algo se le da bien es conectar. Tiene lo que llama “don de gente”. Y lo ejerce con orgullo.
Gracias a su medio hermano, a su madre y a su madrina drag, Ivo ha podido construir una red de afecto que lo sostiene. Porque nadie se convierte en sí mismo en soledad. Esta serie fotográfica se sitúa justo ahí, donde el personaje no se apaga, pero tampoco domina. Entre el espejo y la tarima. En el rincón de casa donde reposa una peluca. En la mirada de quien lleva un cuerpo como trinchera y una voz como bandera.
Victoria Banks no es solo un personaje. Es una respuesta. Es una forma de decir “aquí estoy” en un mundo que muchas veces susurra “mejor no estés”.
Este proyecto se sostiene también en la tradición de quienes han usado la fotografía para mirar lo íntimo sin invadirlo, para contar desde adentro y sin artificios. Entre mis referentes principales están Nan Goldin, con The Ballad of Sexual Dependency, por su honestidad descarnada al retratar lo íntimo sin edulcorarlo; Sophie Calle, por su forma de entrelazar biografía, ficción y narrativa visual; y Cristina Núñez, con su trabajo autorreferencial, que convierte el autorretrato en un ejercicio de exploración emocional y colectiva.
Visualmente, me inspiré en el trabajo de Holly Revell y Jan Klos, quienes han documentado la escena drag desde una perspectiva de cercanía y respeto, alejándose de la mirada exotizante. También tomé referencias más poéticas como Rinko Kawauchi, para pensar en la sutileza de los detalles y en el uso de la luz como atmósfera emocional.
La producción del reportaje fue un reto técnico. Se desarrolló en casa de Ivo, un espacio íntimo, real, no escenificado. La luz natural era escasa y las posibilidades técnicas limitadas: conté con una cámara con restricciones en el espectro ISO, lo cual me obligó a abrazar la sombra, los tonos bajos y trabajar con lo que había. Lejos de verlo como un obstáculo, entendí que estas limitaciones reforzaban el tono del proyecto. La penumbra, las luces cálidas del interior, los reflejos suaves del espejo, todo eso se convirtió en parte del lenguaje visual.
Las decisiones fotográficas respondieron a un objetivo claro: no mostrar a Victoria en el show, sino antes del show. No exponer, sino acompañar. Quise narrar visualmente ese tránsito íntimo donde el personaje se construye: el momento frente al espejo, el tacto de una peluca, la elección de un vestido, la calma previa al gesto teatral. Porque allí también hay verdad. Y belleza.
Este trabajo no busca responder quién es Victoria Banks, sino sostener la mirada en todo lo que implica ser ella, incluso cuando nadie aplaude. Esa otra cara de la reina, la que cocina, entrena, trabaja, recuerda, resiste, es tan política y poderosa como su presencia escénica. No hay disfraz, hay decisión. No hay espectáculo sin proceso.
Y es justamente eso lo que este reportaje fotográfico quiere dejar claro: el arte drag no se limita al escenario; es una forma de habitar el mundo. Una respuesta valiente, diaria, amorosa y feroz frente a una sociedad que muchas veces elige no ver.
Agradecimientos a Victoria por su disposición y entrega durante este fotoreportaje. Les dejo su Instagram: https://www.instagram.com/lavictoriabanks/
