Cuando fui a pedir la visa por primera vez a la embajada del Reino de Tailandia en Nueva Delhi, tuve que esperar tres horas y no me atendieron. Al segundo día, Oscar y yo volvimos de nuevo y, con éxito esta vez, dejamos nuestros amados pasaportes llenos de páginas vacías pero con muchos sueños, o más bien con ganas de tener muchos sellos adentro.
Dejamos nuestros papeles, pero una llamada preocupante me hizo perder la esperanza. Mis extractos bancarios estaban en español y la embajada los requería en inglés y en dólares. El procedimiento era el siguiente: debía redactar una carta explicando la situación a la embajada y traducir el valor en dólares. Así que hice lo debido y traduje los papeles, pero me fijé que la cantidad de pesos colombianos no era la misma en dólares, por lo cual me tocó mentir y hacer una conversión adulterada para tener más dólares por menos pesos (todo esto era ficción, pero la embajada no lo sabía).
Ya habían pasado tres días yendo diario a la embajada a entregar papeles. Llegué a pensar que el viaje no me convenía, que no era mi destino. Pero decidí no rendirme. Pasaron los días y no me dieron respuesta del estado de mi visa, así que me comuniqué con la embajada y me dijeron que mi pasaporte estaba retenido por falta de aprobación.
La cuestión era que tenía un vuelo a Nepal en tres días y necesitaba el pasaporte con urgencia. Volví a llamar y me dijeron que debía redactar otra carta explicando el motivo de retiro y que en tres días me darían respuesta. Finalmente fueron dos, y fueron los dos días con más angustia de mi vida.
No tenía pasaporte, no tenía mi visa para Tailandia y posiblemente perdería un vuelo a Nepal.
En Nepal, medité mucho y pensaba en abandonar esa idea loca de ir a Tailandia porque realmente nada se me daba, pero decidí que al llegar haría el intento una vez más a ver qué me salía. Si me negaban la visa de nuevo, cambiaría mi destino. Así que, en vez de ir a Tailandia, iría a Vietnam.
Esta última vez llevé mi pasaporte de nuevo a la embajada, pero con un sellito más, un sellito nuevo y mi visa de Nepal aún vigente. Los operarios de la embajada ya reconocían mi cara y trataban de ayudarme lo más posible. A la de Dios, como diríamos en Colombia.
Tres días después, mi visa estaba estampada en el libro más valioso que tengo, mi pasaporte. Salí de inmediato a comprar los tiquetes y a darle la noticia a mi compañero de viaje, que ya tenía su visa lista desde hace más tiempo.
Contaba los días y, mientras corrían, seguía viajando por India, mi amado país. Finalmente llegó el día, llegó el 27 de junio de 2017. El vuelo 9W006 de Jet Airways salía de Nueva Delhi directo a Bangkok.
Llegué y tomé el metro en la mañana, iba directo a donde mi host de Couchsurfing.
Atención lectores, aquí empiezo a incluir partes de mi diario de viaje.
Junio 28 de 2017
Llegamos a Bangkok y vamos a quedarnos en la casa de un extraño usando una aplicación que se llama Couchsurfing. Se llama David Quinn, es de Nueva Zelanda y es muy chévere. Mi primera noche en BKK ha estado muy bien, fui con una amiga a un evento de esa misma aplicación y conocimos a mucha gente. Estaba un poco tímida, pero al final hice amigos.
Junio 29 de 2017
Hoy con Roma nos vamos a encontrar con Oscar, vamos a ir al parque Lumpini. Hasta ahora, Bangkok me ha gustado mucho; es diferente a Delhi, es mucho más limpio y no hay tanto caos. La gente es distinta y no te miran si eres extranjero. Aquí he visto a chicas con prendas cortas y está bien, nadie dice nada, es socialmente aceptado.
Esta ciudad es enorme, tres días no son suficientes, pero ya volveré cuando termine mi tour. En el parque, estuve planeando mi viaje con Oscar, estuvimos en modo relax e hicimos un picnic.
En la noche fui a la famosa calle Khao San Road. Esta es una calle llena de extranjeros. Tiene muchos bares y discotecas y todo es súper barato… es el paraíso del mochilero. Se parece mucho a Montañita en Ecuador, pero sin mar. Cuando llegamos, me emocioné muchísimo y no podía dejar de mirar a los lados; es algo de no creer, aún sigo sorprendiéndome de las cosas simples.
Khao San Road me llamó mucho la atención por su organización; además, ¡comí escorpión! Sí, así como suena… comí escorpión. Pero debo decir que no me supo mal, por el contrario, me supo rico, como a cangrejo. Me sentía viva y joven. Estaba muy animada y contenta.
Esta calle tiene muchos callejones pequeños como pasadizos y todos están conectados. Tiendas por todas partes y locales de tatuajes. Me hizo recordar la sensación que tuve cuando vi Times Square por primera vez en Nueva York. Las luces, los letreros de colores, la gente contenta, los extranjeros. Aquí hay muchos, pero son distintos a los que se ven en India; estos son locos y solo piensan en irse de fiesta todos los días… se parecen un poco a mí.
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