Un día, estaba en un supermercado de Ciudad de México cuando me encontré con la revista National Geographic. Era el ejemplar de julio, y lo primero que vi en la portada fue una foto de una mujer frente al Taj Mahal.
Esa foto no era común; era una clásica «Follow Me» del famoso fotógrafo Murad Osmann, conocido por fotografiar a su novia frente a lugares grandiosos. El título de la portada era: «Cómo ver el mundo en 7 vidas». Sin dudarlo, tomé la revista y la compré.
En el interior, había artículos maravillosos, característicos de esta revista que tanto me fascina. Uno en particular llamó mi atención: Benarés, la ciudad sagrada de India. Leí el artículo con cuidado, deleitándome con cada palabra. Al terminar, dije: quiero ir a este lugar.
Benarés o Varanasi es conocida por ser la ciudad a orillas del Ganges donde los creyentes del Hinduismo desean morir. El Ganges es el río sagrado que nace en las montañas de los Himalayas y recorre las ciudades a su paso. Pero Varanasi es muy especial, ya que forma parte de las siete ciudades sagradas. Según el hinduismo, todo aquel que muera en Benarés (o a menos de sesenta kilómetros de la ciudad) queda liberado del ciclo de las reencarnaciones.
Los baños en el río Ganges se consideran purificadores de los pecados, y por ende son sagrados. Sin embargo, el Ganges, a su paso por esta ciudad, ya presenta altos niveles de contaminación. Esta contaminación se debe a muchos factores, como el hecho de que las cenizas de los cuerpos incinerados deben ser puestas en el río para que se libren de la inmortalidad. Además, alberga una gran cantidad de desechos tóxicos de la ciudad y de otras que lo dejan convertido en una fuente significativa de infecciones.
Según la tradición, todo hinduista debe visitar Varanasi al menos una vez en la vida y, por supuesto, bañarse en este río para ser purificado. La religión hindú cree que todos los cuerpos deben ser incinerados y, como mencionaba antes, las cenizas deben ir al Ganges.
Varanasi, la ciudad que me trajo a India; sin saberlo, ya había planeado mi visita muchos meses atrás. Recuerdo cuando una compañera de la universidad me preguntó cuál sería mi próximo viaje. De inmediato le respondí: India. En verdad no lo sabía, no lo tenía planeado ni presupuestado. Solo lo dije porque cuando leí el artículo, me llamó la atención.
¿Por qué India? Este país, desde el cual escribo, está lleno de paisajes urbanos, por así decirlo. ¿Por qué un país tan complicado? La respuesta la he meditado con muchos conocidos aquí, y la razón es que al ser un país tan grande, hay muchas cosas que ver con una sola Visa. Hasta ahora no he dudado de eso, y ahora que estoy en Varanasi, me he quedado boquiabierta con la riqueza en cultura y tradiciones que tiene este país.
Esta ciudad es sin duda un boleto directo a lo que es la realidad en el mundo. Si bien es cierto que la palabra realidad es efímera y tiene diversos significados, en este caso me refiero a lo mayormente conocido: realidad = personas en condiciones inhumanas.
Los callejones de Varanasi tienen más excremento de vaca que todo el estado de Goa. Esto significa que el olor es bastante fuerte, y con ello vienen las moscas y mosquitos que no te dejan en paz. Esta ciudad tiene callejones pequeños, cerrados y totalmente sucios, que forman parte de la realidad de la misma ciudad y, me atrevería a decir, de la misma India.
La pobreza o más bien la miseria ronda por las calles sin ningún tipo de problema. Bebés recién nacidos con sus madres, acostados en el piso caliente y sucio, cubierto de excremento de vaca, perro, cabra y hasta de humano. Aquí, la palabra limpieza no existe.
Muchos me dijeron que no visitara Varanasi por estas razones, pero esta fue la ciudad que me trajo hasta la otra parte del mundo. Esta es la ciudad top de la India, la que resume la realidad de un país inmenso con muchísimos problemas, pero que a la vez cuenta con una riqueza increíble en cultura. En Varanasi, se pueden ver las ceremonias de Aarti, que significan la oración y veneración a la madre Ganga, es decir, al río.
Cuando llegué, entendí por qué todos mis amigos me dijeron que no incluyera Varanasi en mi viaje, ya que es una ciudad impactante que fácilmente puede hacerte llorar de desesperación, lágrimas que muchas veces India me ha sacado. Pero tenía que conocerla y darme cuenta de la magia que esconde en cada rincón.
Varanasi y sus callejones, sus ceremonias, sus tradiciones y sus costumbres. Varanasi y su forma de vivir… lenta, pero llena de colores y olores. Varanasi es todo un país en una ciudad (esto es una opinión personal). Fácilmente puedes estar sentado en un restaurante y de repente ver a las personas cargando un cuerpo sin vida, listo para ser incinerado. Los cuerpos caminan por la ciudad 24/7, y la muerte se ha vuelto normal y rutinaria, aunque para mí sigue siendo un misterio.
Durante todo el tiempo que he pasado en India, jamás me había envuelto en temas relacionados con niños de la calle o había tenido acercamiento a la pobreza. Primero porque no había tenido la oportunidad, y segundo porque estos temas me conmueven mucho y me dejo llevar por los sentimientos. Pero esta vez fue diferente.
La vi, acostada en el piso caliente y sucio, sobre una mantita rasgada y sucia, llorando sola y abandonada. Me acerqué a ella y la tomé en mis brazos. Era una niña de tan solo tres meses. La escena era devastadora, mi corazón se encogió por completo, y la impotencia me consumía. Sin saber qué hacer, la miraba a los ojos y sentí un amor profundo, un amor que de seguro sienten las madres al ver a sus hijos; un amor que me hizo querer tomarla y salir corriendo, me dieron ganas de tenerla para siempre conmigo, de no dejarla sola ni un minuto, de garantizarle que jamás en su vida tocaría el piso con su cuerpecito frágil e indefenso.
La niña sin nombre, la que logró encenderme esa llama de maternidad que no tenía, pero la llama era diferente. No fue de querer ser madre de la manera natural, sino de querer ser madre del corazón, porque supe que podía amar a alguien de tal manera como se ama a alguien que nace de ti. Las lágrimas rodaban por mi cara, y más aún cuando la niña sin nombre comenzaba a lloriquear. Con mi corazón devastado, la acercaba a mi pecho, consolándola, abrazándola, dándole ese alivio que necesitaba. Luego sonreía, y me hacía feliz.
Después de unos momentos, llegó su madre, una joven de 20 años que vende globos en las orillas del Ganges, junto con sus otros dos hijos. Con mi Hindi básico y su nulo inglés, nos comunicábamos. Usaba a las personas que estaban allí para que me tradujeran mis preguntas del inglés al Hindi y que ella pudiera entenderme. Sosteniendo a su hija, sentí furia de que fuera de ella y no mía, sentí tristeza porque supe qué futuro le esperaría a esa niña. Un futuro que su otra hija de seis años ya estaba viviendo: un futuro descalzo, lleno de polvo, mugre, hambre, ignorancia; un futuro de riesgos y peligros. La prostitución infantil en India es algo que no se puede negar, algo que está ahí, a la vista de todos.
Su madre me pidió dinero, y yo le ofrecí compartir una copa de té Chai conmigo, mientras alimentaba a su pequeña, a la niña sin nombre. Era tan pequeña que cabía en un solo brazo, tan bonita que solo me inspiraba amor. Pero en su piel ya se podían ver los reflejos de unos tres meses bastante duros, llenos de dolor y sufrimiento. Estoy segura de que, mientras yo me enfermo con cualquier cosa, sus defensas serán más fuertes que las mías.
Así como esta madre y esta niña, encontré muchas más en las mismas situaciones, pidiendo que les compres leche para niños en la tienda para luego cambiarla por dinero en el mismo lugar. Estas son cosas que te parten el alma, pero sin duda forman parte de la realidad de Varanasi. Ver recién nacidos en las calles es normal, nadie hace nada, nadie se fija, es normal. No están abandonados, pero están solos mientras su madre y sus hermanos se dedican a trabajar para ganarse la vida.
Varanasi en dos días me sacó las lágrimas que India no pudo en cinco meses. Me sacó lágrimas de dolor, de tristeza. Lágrimas diferentes a las otras que ya había tenido, que eran de intensa frustración. Varanasi me sacó esas lágrimas que estoy segura que a cualquier persona sensible le sacarían. Sin embargo, se convirtieron en una fortaleza para, en un futuro, poder ayudar a un niño en esa situación.
De esa niña, no sé nada. No sé si en cinco años estará viva. Esto suena horrible, lo sé, pero es la verdad. En India, la población femenina es considerablemente baja en comparación con la masculina. Aquí, el índice de supervivencia femenino es bajo si naces en condiciones como estas.
Sin embargo, esta ciudad me brindó una visión humana y cultural muy amplia, muy rica en cosas únicas y experiencias. Pude ver cómo se realizaban las ceremonias de adoración, cómo un cuerpo se volvía cenizas a orillas del Ganges, y cómo la muerte rondaba por las calles, esperando su momento para atacar. Se pueden ver personas a la espera de dicha muerte, pero con su más grande anhelo: morir en Varanasi para que los grandes dioses les concedan lo que todos buscamos, el descanso eterno de una vida llena de pecados y tentaciones.
Demasiado, la profundidad en tus palabras, la buena y puntual descripcion del contexto que te rodea logran que uno se conecte con vos en tu viaje y pueda sentir lo mismo que vos, lo logras de tal manera que uno estando en un lugar lejano al tuyo tambien llora, rie, siente miede o emocion, nos sensibilizamos con cada una de las cosas q te suceden!
Eres grande Li ❤!
Muchas gracias!!!!!! esa es mi idea transmitir mi amor!